Entradas

Oikema almeriense

Imagen
 Texto extraído del catálogo de Paco de la Torre: Imagen en diferido: 2022 , pp. 228-235.      Sujetando un bolígrafo con la yema de su dedo índice, lo presiona sobre un papel  una y otra vez deslizándolo hasta que un dibujo se construye. Uno improvisado.  Una telaraña, pero también una vieira del Camino de Santiago y un cometa cuyas  líneas se disipan como puntos de fuga que pierden la fuerza por la boca, que se  dejan llevar, que son ladrillos rompiendo vidrieras. Un gesto que hacemos todos,  pero distinto porque es suyo y lo ha corroborado. Uno que le surge, que recuerda  a esos juegos que un párvulo hace cuando esta aburrido. Aburrido en el colegio,  aburrido en clase, aburrido hablando por teléfono probando si aún le queda tinta  a su pluma atómica, mientras uno conversa, mientras ve la tele o en ponencias  universitarias, donde acostumbra a sacar su libretita casi a oscuras. Un dibujo  parecido a este:      Fue el primer gesto gráfico que vi de Paco, dibujado en vivo y en directo

El Follógrafo. La transgresión hetero, el kitsch involuntario y el temor a poner en valor algo a través de la crítica.

Imagen
     ¿La crítica de arte ha muerto? Hablamos de un género entre lo literario y lo académico, cercano incluso a lo periodístico, que se representa a sí mismo en una crisis constante (Roberge, 2011, p.441). Eco de ello se hacen las constantes polémicas en lo que concierne al arte contemporáneo respecto a la legitimidad de la crítica de arte actual. En un plano metalingüístico, casi podríamos hablar de una “crítica de la crítica” (Egaña, 2014). En varias ocasiones a lo largo de la Historia del Arte, campo al que me adscribo en esta reseña, la crítica ha puesto nombre y apellidos a las sucesivas corrientes artísticas, sobre todo en lo que concierne a las vanguardias y al Arte Moderno, marcando hitos y empoderando ciertas figuras que actúan como cromos coleccionables, obras y autores. Se trata de una época de transición entre la llamada esfera pública (Habermas, 2002) y lo que denominamos, aún hoy en día, industria cultural, con sus connotaciones negativas cercanas al entonces más patent